Sobre mí Lídia G.
Nunca he tenido perros, pero algunos de mis familiares sí. Recuerdo perfectamente cómo mis primos pedían a sus padres un perro, para quererlo, para jugar con él, para sacarlo a pasear..., y también recuerdo todas las promesas que les hacían para conseguir tenerlo: le daremos de comer nosotros, lo lavaremos nosotros, lo sacaremos nosotros... Pero ahora, todas esas promesas, se las ha llevado el viento. Ninguno quiere sacarlo a pasear, peleas constantes sobre quién lo sacó la última vez. Le quieren, porque lo cuidan y alimentan, pero no le quieren como deberían. Sé que esta historia se repite en muchas otras familias, es por ello que cuando encontré éste empleo me alegre y pensé ¿por qué no darles a esos perros lo que se les prometió? Porque seamos sinceros, no hay nada como ver la sonrisa y las orejas subidas cuando le dices que si quiere ir a la calle, las vueltas y los brincos que da.
Nunca he tenido perros, pero algunos de mis familiares sí. Recuerdo perfectamente cómo mis primos pedían a sus padres un perro, para quererlo, para jugar con él, para sacarlo a pasear..., y también recuerdo todas las promesas que les hacían para conseguir tenerlo: le daremos de comer nosotros, lo lavaremos nosotros, lo sacaremos nosotros... Pero ahora, todas esas promesas, se las ha llevado el viento. Ninguno quiere sacarlo a pasear, peleas constantes sobre quién lo sacó la última vez. Le quieren, porque lo cuidan y alimentan, pero no le quieren como deberían. Sé que esta historia se repite en muchas otras familias, es por ello que cuando encontré éste empleo me alegre y pensé ¿por qué no darles a esos perros lo que se les prometió? Porque seamos sinceros, no hay nada como ver la sonrisa y las orejas subidas cuando le dices que si quiere ir a la calle, las vueltas y los brincos que da.